Desde la óptica de un niño o de una niña, el juego se practica de forma libre, manteniendo ellos y ellas el control y por iniciativa propia, voluntaria, natural e ilimitada, espontánea, activa y divertida (Wiltz y Fein, 2006). El juego implica fingir, inventar y seguir reglas, aprender a negociar y comprometerse, y usar objetos de forma simbólica, permitiéndole a las y los menores asumir riesgos en un espacio seguro. Tiende a centrarse en el proceso, no en el producto final. También les permite a las personas menores de edad controlar una experiencia, lo cual es importante, especialmente en un contexto en el que no pueden controlar mucho más.
El juego cumple un papel importante en el aprendizaje y en los resultados académicos de las niñas y los niños, y en su desarrollo integral. Puede tener un impacto positivo en el bienestar emocional de los niños, dado que puede reducir la depresión, la ansiedad, la agresión y las dificultades para conciliar el sueño (Burdette y Whitaker, 2005). El juego puede mejorar los sistemas de adaptación de los niños y niñas, con efectos positivos para su bienestar, resiliencia y salud (Lester y Russell, 2010), lo cual puede llegar a tener una especial importancia para los niños y niñas que han vivido un desplazamiento forzado.
Las y los menores disfrutan cuando juegan en entornos donde pueden experimentar la novedad, la emoción y la diversión, pero también donde sienten seguridad y estabilidad (Henricks, 2006). Rasmussen (2004) distingue entre “lugares para niñas/niños” y “lugares de niñas/niños”. Los lugares para niños/ niñas son aquellos que han sido diseñados, construidos y organizados por personas adultas para los niños y niñas, mientras que los lugares de niños/ niñas son lugares a los que los niños y niñas atribuyen un significado especial, lugares que ellos y ellas mismos/as eligen, usan, definen y crean. Los lugares de niñas/niños pueden o no coincidir con los lugares creados por las personas adultas para las y los menores. Si bien los adultos pueden construir lugares para niños/niñas, como los parques infantiles, es posible que dichos lugares no satisfagan las necesidades de los y las menores. Por lo tanto, los niños y niñas han de participar activamente en el diseño y la planificación de espacios destinados a los y las menores. Es importante destacar que los lugares de niños/ niñas fomentan y apoyan el espacio para la imaginación y el crecimiento. Una niña o un niño en proceso de desarrollo descubrirá una identidad creciente con el tiempo, pero el espacio proporciona un ancla para la memoria y sirve como un lugar que puede identificar con el juego (y a veces sirve para dar alivio), lo cual es muy importante para las y los menores en contextos de desplazamiento.
Las intervenciones destinadas a promover el juego deben garantizar un grado suficiente de imprevisibilidad y de flexibilidad, pero también de seguridad en el entorno para que las y los menores puedan jugar libremente. Sin embargo, las personas adultas deben cuidar de no destruir los “lugares de niños/niñas” en el impulso de sus propias agendas, al planificar sin la participación de los y las menores, o mediante la creación de espacios de juego y de programas que controlen el juego de las personas en edad de infancia y segregándolas. Cuando los espacios de niños/niñas no son lo suficientemente comprendidos y respetados, éstos pueden ser fácilmente destruidos y de forma no intencionada. En los contextos de vulnerabilidad, la mayoría de los lugares para niñas y niños en los que se puede jugar son de naturaleza informal y no diseñados originalmente para el juego. Muchas veces, la mejor intervención es reconocer la importancia de dichos espacios y protegerlos. Por último, es importante resaltar que los niños deben poder jugar de forma segura en todo tipo de espacios urbanos y que el juego no debe limitarse a las áreas especialmente diseñadas para tal fin.