El involucrar a las y los menores en actividades de diseño participativo puede tener un impacto significativo en su desarrollo, sus capacidades y su bienestar. La participación de los niños y niñas en los procesos participativos puede mejorar las habilidades sociales y cognitivas, al tiempo que aumenta su sentido de relacionamiento con otras personas y con la naturaleza (Sutton y Kemp, 2002). La participación de las personas menores de edad es valorada como un enfoque eficaz para mejorar la autoestima de los niños y niñas, empoderarlos/as, enseñarles nuevas habilidades y convertirlos/as en ciudadanos/as más activos/as y responsables (Sabo, 2001).
Dada la gran diversidad de necesidades y capacidades de los niños y niñas en diferentes edades, resulta fundamental adaptar los métodos y los enfoques. Mediante el uso de métodos apropiados para su edad, las personas menores de edad pueden adquirir conocimientos, desarrollar habilidades, entablar amistades y ampliar sus redes de apoyo, ser escuchados/as, lograr un sentido del control y ser tomados/as en serio. Por ejemplo, los niños y niñas refugiados/as provenientes de Siria que fueron entrevistados/as después de participar en el codiseño de un parque infantil en el Líbano con CatalyticAction dijeron que sentían que contaban con los conocimientos necesarios como para construir su propio parque infantil una vez que regresaran a Siria.
El diseño participativo también puede ayudar a los y las menores a superar los problemas mentales, físicos y sociales por los que pueden estar pasando, incluida la exclusión social. Cuando los niños y niñas se involucran en procesos participativos, se les abre la posibilidad de trabajar en el marco de estructuras apropiadas para su desarrollo que promueven un sentido de pertenencia al grupo y de responsabilidad y, por lo tanto, se sienten empoderados/as y menos alienados/as. Los procesos participativos les brinda la oportunidad a los niños y niñas que se encuentran alienados/as de las recompensas de la sociedad de formar parte de una nueva situación que les permite ganarse la aprobación de sus cuidadores/as, residentes, amigos/as y de sí mismo/as (Sutton y Kemp, 2002). Las herramientas de codiseño presentadas en esta guía práctica no solo fomentan el juego y el empoderamiento, sino que también promueven la colaboración, el juego y el aprendizaje en común, y son de importancia para la socialización de las y los menores.
Involucrar a las personas menores de edad afectadas por el desplazamiento en conversaciones sobre la producción de sus entornos puede ser empoderador, en especial para quienes han vivido una pérdida de lugar y de redes sociales. Al darle a los niños y a las niñas una sensación de control, su participación en la construcción de su entorno aumenta el significado que tienen los lugares para ellos y ellas. El significado que tienen los lugares, y el apego de las personas a éstos, son producto de la relación de las personas con dichos lugares, mediada por procesos personales, grupales y culturales (Sutton y Kemp, 2002). Proyectar y, en última instancia, construir espacios, puede representar un proceso de sanación para ciertas personas menores de edad que han visto minados sus apegos a un lugar por causa del desplazamiento (Severcan, 2015).
Involucrar a los cuidadores/as de los niños y niñas en el proceso de diseño participativo también puede empoderarles y, por lo tanto, tener un impacto en la sociedad en general, especialmente para las madres y hermanas que a menudo se ven marginadas de los procesos de toma de decisiones. La participación de los niños y niñas también es de interés para los diseñadores/as, pues se les hace posible aprender sobre la cultura, la sociedad y las condiciones de vida de los usuarios y usuarias, en especial donde existe una brecha cultural significativa entre los diseñadores/as y las personas menores de edad afectadas por el desplazamiento (Sabo, 2001).
Los conocimientos, las fortalezas y la creatividad de los y las menores a menudo se pasan por alto. Los niños cuentan tanto con vulnerabilidades como con resiliencia, lo cual evoluciona en función de un variado conjunto de factores. Si bien muchas intervenciones con niños y niñas refugiados/as se centran en abordar los resultados negativos con respecto a su desarrollo, es importante comprender qué es lo que alienta la resiliencia y refuerza las ideas y las fortalezas propias de los y las menores (Tol, Song y Jordans, 2013). Los procesos de codiseño tienen la capacidad, a nivel de un vecindario y de una comunidad, de ayudar a fomentar y fortalecer dicha resiliencia, al tiempo que se abordan las vulnerabilidades conexas.